Cinco horas con Mario by Miguel Delibes
autor:Miguel Delibes [Delibes, Miguel]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 1966-11-30T16:00:00+00:00
XIV
Cuando dos hermanos habitan el uno junto al otro y uno de los dos muere sin dejar hijos, la mujer del muerto no se casará con un extraño; su cuñado irá a ella y la tomará por mujer. ¡Ya decía yo! Desde el mismo día que mataron a Elviro, Encarna andaba tras de ti, Mario, eso no hay quien me lo saque de la cabeza, que tu cuñada será lo que quiera, que en eso no me meto, pero tiene unas ideas muy particulares, que a saber qué se pensaba, porque qué asedio, hijo de mi alma, no hay derecho, que aquí, para inter nos, te confieso que ya de novios, cada vez que la oía cuchichear contigo en el cine, me llevaban los demonios y tu todavía, disculpándola, que era tu cuñada, que había sufrido mucho, sentimentalismos, ya ves luego, Encarna hasta en la sopa, vaya temporaditas, y, por si no fuera bastante, dándola dinero en Madrid, que todo se sabe, Mario, que el diablo sabe más por viejo que por diablo, y no voy a decirte que se pusiera a trabajar, que eso lo último, pero padres tiene me parece a mí. Ahí tienes a Julia, con mi padre vive y no la ha pasado nada por eso, que no es que haya puesto una pensión, ni mucho menos, pero lo de alquilar habitaciones a estudiantes norteamericanos es de buen tono, ya ves, que ahora está de moda, yo sé de familias estupendas que lo hacen, y no me vengas con que el padre de Encarna está paralítico, que ésa es una razón más para atenderle. Porque no tiene sentido, Mario, que si cuando tu padre estuvo tan mal, que se hacía todo en la cama, ¿recuerdas?, que era un verdadero asquito, Encarna le atendía, ahora para cuidar del suyo se ande con tanto remilgo. Lo mires por donde lo mires, es un contrasentido, y no me vale eso de que su madre sea una rara y la disguste que otra intervenga, que ésas son chocheces de vieja, ya se sabe, que lo que es si Encarna se planta allí, sin preguntar a nadie, y se arremanga, ya te digo desde aquí que no rechista ni el gato, pues buena es. Pero no, como allí no hay testigos, no interesa, ¡a ver!, que con tu padre lo que ella quería era que tú la vieras y darme una lección, así como suena, Mario, darme una lección, que es una bobada, fíjate, que a mí apenas si me dejaba meter baza y a tu madre no digamos, pero todos estábamos al cabo de la calle de que tenía más fuerzas que las dos juntas. Es como ahora, cada vez que viene, con los dorados y las ropitas de los pequeños, que es una pesada, con que si los trastos esos, por la lavadora, fíjate, no hacen lo que unas manos pero que a la fuerza ahorcan, que tu cuñada se pirra por dar lecciones, y si no la alabas
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